sábado, 23 de julio de 2011

Bendito seas, clima de interior.

       Ayer tú recuerdo me invadió, de golpe, una fuerte ola me golpeó, y caí de espaldas contra los duros adoquines del casco antiguo. Y ahí estaba, a medianoche caminando por Granada, sin rumbo, chocándome con decenas de turistas que atestaban los callejones. Todo esto, hasta que unos acordes colorearon la oscura noche granadina. Me paralicé, y me senté en un portal, viendo cómo un hombre, tocaba la armónica y la guitarra, y otra mujer, le acompañaba con una flauta y haciendo los coros. Pasé 20 minutos allí, sumido en aquella tristeza que irradiaban. Me levanté, y dejé un billete, 5 euros. Ahora pienso que si hubiese llevado uno de mayor valor, se lo habría dado sin ningún problema. Entonces fue cuando me invitaron a sentarme con ellos, y pasaron las horas, mientras charlábamos en un horrible inglés sobre nuestras vidas, y sobre cómo se puede llegar hasta ese punto, viajando por todo el mundo con las monedas que despreciamos, y tiramos a una sucia funda de guitarra.

1 comentario:

  1. Es lo que tiene Granada, melaconlía y belleza, como la vida misma.

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