viernes, 31 de agosto de 2012

1 año.

Sí, un maldito año. ``¡Cómo pasa el tiempo!´´ , se suele decir en estos casos. Pero no, no pienso decirlo. El otoño pasado fue el período de tiempo más eterno que he vivido nunca. Creo que durante esos seis, ocho, u diez meses, dependiendo del punto de vista, aprendí bastante, para bien o para mal. He aprendido a no confiar en nadie, he perdido la ilusión en las personas. Ahora soy más precavido, más cauteloso, y no me dejo llevar. Diría que durante este año me han pasado multitud de cosas, y que he conocido a gente maravillosa que me ha roto todos los esquemas. Pues bien, no sería más que una enorme mentira. Todo sigue igual. La temática de este mundillo no me agrada nada, siento una repulsión enorme hacia los esquemas del ambiente con el que me relacionan, busco aire nuevo, y ocupaciones que me eviten pensar en todo lo que te estará ocurriendo. Hemos tenido muy mala suerte. Pero considero que casi he pasado página, pero las fechas, aunque no lo quiera y evite de todas las maneras posibles, siguen ahí, como clavos, recordando lo que fue, y lo que pudo haber sido.

jueves, 30 de agosto de 2012

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         Una auténtica montaña rusa. Sí, no se me ocurre una mejor metáfora. Se está tambaleando sobre un hilo demasiado fino si lo comparamos con el vacío aparentemente infinito que hay a sus pies. Llevaba tiempo perdido, y de repente ha descubierto una bocanada de aire fresco y nuevo, en lugares, donde probablemente en antaño había negado que pudiera ocurrir algo así. ¿El problema? ¿Por qué está tambaleandose? Porque sin darse cuenta, se ha metido en la misma boca del lobo. La falta de emociones de tal intensidad, quizás le ha llevado a este punto en el cual, el más mínimo signo de actividad desencadena pensamientos contradictorios y demasiado intensos. Debido al tiempo en el cual todo había sido tan llano, la clasificación, y la posibilidad de contemplar todos esos síntomas con claridad, y menos aún saber actuar en consecuencia, resulta casi nula. Por eso, evita pensar, y adentrarse cuanto le sea posible, en esa boca del lobo, que en ocasiones, por qué no negarlo, le lleva a un limbo en el cual permanece unos minutos, horas, y al despertar le conduce de nuevo a esa sensación constante de perder el equilibrio.