sábado, 16 de marzo de 2019

Markel


          ¿Sabes qué? Era también primavera cuando nos conocimos. Yo tenía mucho miedo, y unas pruebas de orquesta en Madrid; supongo que en la vida ciertos ciclos son bienales.
          Mi yo masoquista ha releído conversaciones que la famosa nube había estado custodiando. De la manera más accidental he vuelto a  revivir esa sensación que asocié a Bilbao y a la cercanía del verano.

          Lo primero que pensé al verte sobre aquellos patines en 2017 fue que eras el personaje de un libro de hojas amarillentas, que por algún motivo seguían oliendo a nuevo. Recuerdo una melena morena destartalada, unos cables de auricular rozando el suelo, y un tranvía acercándose. Había oído hablar sobre personas que sacan lo mejor de otras, pero nunca me había encontrado con una de ellas. Sé que la segunda vez que nos despedimos escuché esta canción, y mientras lloraba hice una llamada. Podría describirlo como un lamento esperanzado; veía tanta bondad en él que me entristecía, me hacía sentir insignificante. Le definiría como alguien que no se conforma con la vida que le ha tocado vivir.

          Hoy has aparecido después de mucho tiempo, y en lugar de atreverme a preguntar directamente para qué, estoy desempolvando este blog.



miércoles, 15 de enero de 2014

Inmortalizando momentos.

     Las sombras sobre los aún húmedos adoquines me resultaban  menos caóticas que de costumbre. Alzar la vista no era ninguna opción mientras memorizaba ese último roce, su calor, su miedo. Aún latente en mi mano izquierda. Recordando esa última mirada, esa sonrisa forzada, y las últimas palabras, encontré el porqué de esa homogeneidad en las sombras.
     Las hojas ya no estaban. En su lugar, las cartas ya puestas sobre la mesa. Demasiado tarde para autoconvencerse de que era el final, y un abismo ante mí, pidiéndome a gritos que volviera sobre mis pasos...
  

    Menos mal que al volverme, tú habías hecho lo mismo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

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     Al pasar Antequera, me podrían decir que estoy a miles de kilómetros de aquí, y sin dudarlo, me lo creería perfectamente. ``Pues esto es más grande de lo que pensaba´´ Qué caótica es la periferia, y qué bien escondida queda ahí, detrás de los paneles anti-ruido de estas autovías con demasiados carriles.

     Sevilla es extraña. He llegado cargado de prejuicios, y bueno, exceptuando un señor que casi se estrella con su moto por santiguarse al pasar por delante de una iglesia, todo ha resultado de lo más esperanzador y liberal. Hay de todo, callejuelas feas que parecen no llevar a ningún lado, pero te conducen a callejuelas preciosas que conducen a plazas que parecen estar hechas para tocar la guitarra. También abundan las avenidas como no se ven en Granada, ni mucho menos en Almería. Avenidas, atestadas, pero a la vez desiertas de peatones. Inteligentes estos sevillanos.

    El clima es un factor determinante en mi día a día, y en el que llevo aquí, ya me ha vuelvo loco. He podido calmar mi ansia de ponerme manga larga al amanecer, y me ha obligado a abanicarme toda la tarde. La humedad parece haberse quedado en el este, igual que bastantes cosas. Pero allí están bastante mejor. He descubierto como unos seis locales de 100 montaditos, simplemente andando, y bueno, el conservatorio es un edificio de otro mundo. Antiguo y roñoso por fuera, y amplio, laberíntico y lleno de contrastes por dentro.

    Hoy he conocido, por fin, a A. Su acento me dice que no es de por aquí, y bueno, parece desprender algún tipo de simpatía, pero se nota que es alguien que si lo ve necesario, sabe imponerse. He visto mi habitación, y lejos de ver una guarida oscura y fría, me he encontrado un cuarto muy luminoso, no muy grande, y con una cama con vistas a una ventana. Las vistas no son gran cosa, pero con el árbol de hoja caduca me va a ser más que suficiente para ver algún tipo de progreso en el tiempo. Nos hemos despedido de A, y hemos continuado arrasando con los bares, antes de que fuese necesario volver a ponerse sudadera, que por cierto, en algún lugar de Sevilla descansa en paz.








viernes, 12 de julio de 2013

Octubre.


    Causalidad en vez de casualidad. Podría ser el comienzo de una pequeña gran historia. La relatividad del tiempo es algo que nos han inculcado desde pequeños y nos empeñamos en rechazarlo, como si de la mismísima muerte se tratase. Debería haber sido casualidad, de no ser por esa sistematización tan forzada años atrás, de pisar los adoquines en ese orden, no el más lógico, pero sí el más correcto. Cada acción tiene su consecuencia, cada causa termina inevitablemente en una casualidad no tan casual, y la relatividad de la que hablaba, hace que todo se magnifique e intensifique en un período de tiempo insospechado, y quizás, demasiado corto.

     Me miran raro al escucharme afirmar que hace tiempo que nadie entra en mi habitación. Las guitarras no suenan tan humanas cuando se sacan de estas paredes, y las palabras parecen dejar toda su historia al atravesar la puerta. Las patas de la cama soportan toneladas de bipolaridad, las paredes insonorizan la rabia, y la ventana... Supongo que eso será lo que todo el mundo parece empeñado en encontrar.


martes, 9 de abril de 2013

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    Llegará el día en el que os senteis cara a cara, dejeis las máscaras a un lado, y os desnudeis uno en frente del otro. Ese día, saldrá toda la verdad, tendrás que curarte tú mismo las heridas, pero te prometo que llegará.