miércoles, 19 de octubre de 2011

Eurorquesta 2011

``
No sé por dónde empezar. Ha sido demasiado seguido, demasiado intenso, sin ningún respiro. Cambios bruscos de temperaturas, cambios de compañías, aún no me había despedido de Granada, no me había olvidado del maldito belga y sus ojos, de Teresa y su trencita, y del resto del mundo, cuya compañía necesitaba como nunca. No me había secado aún las lágrimas, y me dí cuenta de que estaba metido en un autocar, viajando hacia el norte. Qué curioso es viajar en autocar tantas horas seguidas. Al final uno termina acostumbrandose, y hasta llega a pensar que podría viajar hasta Bélgica sin hacer ninguna parada. Pero no, me iba a quedar corto, y me quedaba en Francia. Qué hermoso es cerrar los ojos al atardecer, contemplar una Castilla llana y amarilla, abrazarte, abrir los ojos, y contemplar el amanecer entre las montañas y el verde del País Vasco. He de reconocer que me he enamorado de aquel lugar, ví San Sebastian a lo lejos y casi muero de impotencia al ver que no parábamos, que nos saltábamos la salida de la autopista de pago, y seguíamos con nuestro pausado ritmo, hacia la frontera. Malditas películas y malditos altavoces que no nos dejaban dormir. Bueno, da igual, mientras sepamos sacar provecho a la situación...
Han sido dos semanas, han parecido dos días largos, aquella habitación, la 315. Esas pobres paredes, ¿qué no habrán visto ya? Locura, pasión, amor, muchas horas, noches, grandes momentos, cartas, tótem, y bueno, montañas de mierda que nos iban a terminar por sepultar. Levantarse cada mañana, abrir los ojos, y comprobar que no, que no había pasado toda la noche abrazado a una almohada. Eras tú, nos dábamos los buenos días, ¿cómo iban a ser malos? y abrías esos ojos, esos malditos ojos. Y cómo no, vagueábamos, por supuesto. Creo recordad que sólo bajé a 5 desayunos, en mayor parte por tu culpa. Al fin y al cabo, siempre terminábamos igual, con los gritos de Eliana, las prisas, los pelancos, las sábanas pegadas, al final siempre te ponías mi sudadera azul, cogíamos algo de comida de nuestras provisiones cada vez más escasas, y corríamos, más de una vez bajo la lluvia. Nos entraba flojera y nos reíamos sin parar, hacíamos carreras por las escaleras. Hacíamos el tonto, gritábamos cosas típicamente rusas cuando pasábamos por la segunda planta, y mejicanas por la primera. Valerie y su ojo rebelde rondaba por allí casi siempre. Salíamos, y recorríamos el pasillo de madera, el resto del campus, y salíamos a la calle. De paso veíamos a nuestro amigo, el perro de la casa de la esquina. Y entrábamos a la sala polivalente del pueblo. Qué lugar. Cuántas risas y burlas, todo hay que reconocerlo, se habrán producido allí. ``Molto tenutto´´ ``It´s so lazy´´ ``I don´t understand anything´´ ``Numer eight alto!´´``Voy a hablar en español para que me entienda tó ´r mundo´´ ``Thank you very much orchestra´´. Y es que no se me olvidarán las constantes miradas. Creo que fue allí donde me empecé a obsesionar con el maldito cello. Bah, cada vez les busco de más lejos. Polonia, ahora me río, pero allí lloraba de impotencia. Hay que ser gilipollas. Entré en razón, y sólo tenía miradas para tí. Me descojonaba con la Ucraniana que se parecía a Uma Thurman, con sus caras en el solo de corno inglés, me descojonaba con Marcos contando las veces que Boris decía su ya famosa frase, con mis compañeras polacas, cada vez que les tiraba todas las partituras, y dejaba más que clara mi escasa agilidad, cada vez que me mirabas y nos reíamos cómplices de la situación, o simplemente cuando el borracho, cuyo nombre no recuerdo, (sí, el polaco ese), se te iba a caer encima, se quedaba dormido, o simplemente, nos reíamos del director de Málaga, al que tuviste que pedirle perdón forzosamente. Julia tenía algo mágico. No sé si sería el violín, la falta de sueño. el olor a alcohol del polaco que me aturdía, o no sé qué, pero aquella chica, tenía la facultad de parar el tiempo. En su sólo de la danza del fuego...
Todos los viajes en autocar a los puebluchos, la primera vez que vimos a la retaco, (qué graciosa, señor!), cuando Michael nos invitó a tomar Creppes, cuando entramos en una catedral, y el órgano sonaba en todo su esplendor. Tocatta, sí señor, pero ya estaba acabando. Qué momentazo el del cuarteto de cuerda. Nos propusimos hacerles feliz y así lo hicimos. Una boda, y un cuarteto que nadie había contratado apareció de la nada, en la puerta de la iglesia, mientras el cielo amenazante servía de fondo para el fotógrafo, quien se moría por inmortalizar el momento. El posterior agradecimiento de los novios. Las cómidas en los comedores sociales. La tarde de poesía y guitarreo con Bea. Explorando como un loco. El autobús del morbo, profanando iglesias y mantas de abuelas. La 326, jugando al totem sin parar, abarrotando iglesias, y poniendo a los franceses al compás, auténticos metrónomos humanos. Visitando ciudades increibles (Saintes *_*), corriendo al río, cogiendo bolsas para las cagadas de perro como recuerdo, analizando a los calorros franceses, viendo a Camelia Jordana en el comedor, tirando platos por accidente. ``Do- domingo?´´, hablando mongolo, intentando hablar inglés, intentando pedir un vaso de agua en una panadería. Y bueno, cómo no, nuestra excursión a aquel río, sacado de una película de Tim Burton. La cena en aquella pizzeria. Un lugar irrepetible, encantador, con la puesta de sol, las coca colas extragrandes, con la torre medieval al fondo. Nuestro amigo el gato, el cual nos persiguió , las colas de la comida, en la cual conocí a una malagueña muy muy simpática, a la cual le leí Russian Red en la cara, y veo que he acertado. Esos ensayos improvisados en el cuarto de baño. Ensayamos poco, vale, pero no sé cómo lo hicimos, que siempre despertamos a la pobre Ana. Escuchando la música de tu móvil, pobrando Cognac de 80º (juro que no volveré a hacerlo), huyendo de avispas o abejas, contemplando los campos de girasoles pacuchos, burlándonos de los cabezazos de una Bea demasiado cansada en el autocar. Y al final, relacionandonos con los polacos. Por favor, en inglés. Tocando en lugares hinóspitos, con acústicas de las que es mejor no hablar, lágrimas, bastantes, de alegría, y no de tanta alegría, fiestas, y sobre todo, música. Porque al fin y al cabo, si no fuese por ella, nada de esto me estaría pasando. Puede que me equivoque al decirlo. De hecho me equivoco, pero no me han demostrado lo contrario aún. Demasiados superficiales por el sur, y demasiadas personas por el norte. Quiero irrrrrrrrrrrrrrrrrme ya! Y no me refiero precisamente a Almería.
Jugando al lobo, peleándonos, abrazando, insultandonos, picándonos, tocando, ensayando, llorando, motivándonos, divirtiendonos, viviendo, madurando, experimentando, amando, en definitiva, viajando.´´


     Hoy hace dos meses que volvimos, y lo cierto es que parece que ha pasado una eternidad. Te fuiste el 1 de septiembre, llevo 48 días sin verte, y me restan 64.

martes, 4 de octubre de 2011

Situación actual:

Hoy es viernes. Sí, en pleno martes, ¿y? Hay excursión y no tengo que ir al instituto en todo lo que resta de semana. Acabo de llegar. Llevo 3 ibuprofenos, 1 amoxicilina, 1 pectox, y kilos de pus en las amígdalas. Me duele la cabeza, estoy de mal humor, tengo la autoestima por los suelos, voy medio drogado, no he pegado ojo en toda la noche, y ahora mismo no encuentro ningún motivo por el cual alegrarme. Conclusión: Octubre va a ser un mes de puta madre.