sábado, 20 de octubre de 2012

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Algunos consideran que el alma de una canción reside en la armonía: Sonidos que tienden a otros, que resuelven hacia otros. Sonidos que tensan, se elevan, flotan, o relajan. Otros piensan que el alma reside en el ritmo: Como cuando al proyectar el oído, el tímpano recibe la vibración del sonido. Como cuando al proyectar todo el cuerpo, los ojos, los brazos y las entrañas reciben el sentimiento y el espíritu de la canción. Otros, sin embargo piensan que lo esencial reside en la letra, y en toda la historia que hay detrás de ella, mientras que la armonía y el ritmo se quedaran desplazadas a un segundo plano, serían las variables a combinar hasta dar lugar a un escondite perfecto.
Yo sin embargo pienso que el alma de una canción es un conjunto de pequeños grandes componentes: La letra, la armonía, el ritmo, lo ancha que te quede la sudadera, la compañía, el lugar, la temperatura, el viento, las fronteras, la luminosidad, el cansancio, las espectativas, el color de los ojos, lo frío que esté el suelo, el sabor de boca, de hoja perenne o de hoja caduca, lo revuelto que lleves el pelo, o lo sucias que lleves las gafas.

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