jueves, 23 de febrero de 2012

Nunca pensé que llegaría a tales extremos.

 Sí, porque el lunes pillé una intoxicación etílica bastante gorda. Me desperté en una camilla, mis padres demasiado blancos, y una sirena de ambulancia resonando aún en mi cabeza. Tras una noche de vómitos, reacción alérgica y llantos, ya por fin volví a ser una persona. Sí, hace dos días de eso, y aún se me pasa por la cabeza el planteamiento de: ``si en esa laguna de cinco horas no sentí nada, y no la recuerdo, la muerte no debe ser muy diferente´´. Me he llegado a dar miedo a mí mismo. Pero es el tipo de cosas que ocurren, bueno, realmente es la primera vez, y espero que la última que me sucede esto, cuando pasas de tenerlo todo, a no tener nada. No sé cómo remediarlo, no sé si hacer un año sabático y dedicarme a viola. ¿Para qué? ¿Para qué voy a esforzarme por ir a la maldita Zaragoza? Eso es lo que pasa cuando se hacen planes tan a largo plazo, y claro, envueltos en esa puta mierda llamada amor, hasta uno se llega a creer que la relación durará tanto, que hasta nos compraremos un gatito. Pero un domingo por la tarde, todo se viene abajo, o arriba, dependiendo del punto de referencia, y maduras. Sí, a porrazos, o, inmaduras, porque esta semana he aprendido que no tengo autocontrol ni los pies en la tierra. Sí, definitivamente, me habías hecho volar muy alto, pero no te reprocho nada, porque, lo peor de todo, es que te sigo amando consciente, y por lo que me han hecho saber, inconsciente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario